Del pastor a la mesa – La evolución social del queso
Del pastor a la mesa – La evolución social del queso. Desde tiempos inmemoriales, el queso ha ocupado un lugar especial en la historia de la humanidad. Mucho más que un simple derivado lácteo, este alimento milenario refleja los cambios culturales, sociales y económicos de las civilizaciones que lo han producido y consumido. El viaje del queso —desde su elaboración rústica en las manos de los pastores hasta su sofisticada presencia en las mesas gourmet— es, en realidad, un espejo de la evolución social del ser humano.
Los orígenes del queso: tradición y necesidad
La historia del queso comienza hace más de 8.000 años, cuando los primeros pastores domesticaron animales como ovejas, cabras y vacas. La leche fresca, altamente perecedera, requería métodos de conservación para su transporte y consumo prolongado. Fue así como, de forma accidental o empírica, se descubrió el proceso de coagulación de la leche, dando origen al primer queso.
En estos tiempos, el uso del cuajo natural —extraído del estómago de animales rumiantes— era común. Los quesos eran rústicos, con texturas irregulares y sabores intensos, pero ofrecían un alto valor nutricional: proteínas, calcio, grasas saludables y probióticos naturales surgidos de la fermentación espontánea. Estos quesos primitivos eran, sobre todo, alimentos funcionales, creados para sobrevivir y sostener al cuerpo.
Queso y civilización: el alimento que viaja con la cultura
A medida que las civilizaciones antiguas crecieron, también lo hizo el conocimiento sobre la producción de queso. Egipcios, griegos y romanos perfeccionaron las técnicas de maduración y conservación, dando lugar a variedades más refinadas. El queso ya no era sólo un alimento campesino; se convirtió en una mercancía valiosa, incluso objeto de comercio e impuestos.
Durante el Imperio Romano, por ejemplo, existían manuales que describían cómo hacer diferentes tipos de queso, desde frescos hasta curados. Roma lo exportaba a lo largo de su vasto imperio, y cada región comenzaba a crear sus propias recetas y quesos artesanales, adaptados a su clima, leche disponible y cultura local.
Edad Media: monasterios, innovación y regionalización
En la Edad Media, el queso encontró un nuevo hogar: los monasterios. Allí, los monjes se convirtieron en verdaderos alquimistas del sabor. En un entorno de paciencia y contemplación, experimentaron con bacterias lácticas, tiempos de maduración, tipos de cuajo y moldes para lograr texturas más firmes, sabores más complejos y una mayor conservación.
Este periodo vio nacer muchos de los quesos europeos más famosos: el Roquefort en Francia, el Parmigiano Reggiano en Italia, y el Stilton en Inglaterra, por nombrar algunos. Cada uno de estos quesos reflejaba las características únicas del terroir: el tipo de leche (de vaca, oveja o cabra), la dieta del animal, el clima y los microorganismos locales.
La regionalización del queso se convirtió en símbolo de identidad cultural. No sólo alimentaba, también contaba una historia.
El queso en la modernidad: industrialización vs. tradición
La Revolución Industrial trajo consigo grandes cambios también para el queso. La invención de maquinaria para el ordeño, la pasteurización de la leche y la producción en masa permitieron que el queso llegara a todos los estratos sociales. Sin embargo, este avance tuvo un costo: la homogeneización del sabor y la pérdida de diversidad artesanal.
Los quesos industriales, aunque seguros y accesibles, muchas veces carecen de la riqueza organoléptica de sus antecesores. La textura, aroma y sabor son controlados para agradar al gusto promedio, y los tiempos de maduración se reducen drásticamente.
En respuesta, surgió en el siglo XX un movimiento de vuelta a lo auténtico: el queso artesanal recobró protagonismo gracias a pequeños productores comprometidos con técnicas tradicionales, animales alimentados de forma natural y procesos sin aditivos artificiales. En la actualidad, el queso artesanal no solo representa un producto gourmet, sino también una declaración ética, ecológica y cultural.
Queso y sociedad: más que un alimento
A lo largo de la historia, el queso ha sido un alimento profundamente social y simbólico. En algunas culturas, regalar queso representa hospitalidad y abundancia. En otras, se usa en ceremonias religiosas o rituales comunitarios. Hoy en día, una tabla de quesos en una reunión no sólo es un deleite culinario, sino también un espacio para compartir, dialogar y conectar.
Además, el queso se ha convertido en un motor económico para comunidades rurales. Ferias del queso, concursos internacionales, denominaciones de origen protegidas (DOP) y rutas gastronómicas han revitalizado pueblos enteros. En países como Francia, España, México o Argentina, el queso es parte integral del patrimonio nacional.
El futuro del queso: innovación y sostenibilidad
Hoy, la industria quesera se encuentra en un momento de transformación. Por un lado, las demandas de sostenibilidad impulsan el desarrollo de quesos con bajo impacto ambiental, como los elaborados con leche de rebaños libres de hormonas o los quesos veganos a base de frutos secos y fermentos vegetales.
Por otro lado, la tecnología permite el análisis preciso de bacterias y enzimas, lo que abre un nuevo mundo de posibilidades para crear quesos con perfiles personalizados de sabor, textura y valor nutricional.
Además, el auge de la gastronomía experimental está llevando al queso a nuevos escenarios: helados de queso azul, bombones de queso de cabra, esferificaciones de parmesano y maridajes innovadores con café o infusiones.
Conclusión: un alimento con pasado, presente y futuro
La evolución social del queso no es solo la historia de un alimento, sino la historia de cómo los seres humanos han aprendido a conservar, transformar y disfrutar la leche en todas sus formas. Desde los pastores neolíticos que coagularon accidentalmente su primer cuajo hasta los chefs de vanguardia que reinventan el concepto del sabor, el queso ha sido testigo —y protagonista— de la historia de nuestra civilización.
Hoy, cuando elegimos un queso artesanal, madurado durante meses por manos expertas, no solo elegimos sabor: elegimos ltura, identidad y conexión con una tradición milenaria.



